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Raphael, sinfónico y eterno

Todo Madrid se reunió anoche en el Teatro Real de Madrid para recibir a esa supernova de la canción en español, probablemente el artista más grande que ha dado la música en nuestro país en el pasado siglo XX y en lo que llevamos de este. Raphael es único y, como tal, ofreció un concierto que solo puede calificarse de la misma manera.

Una introducción instrumental a cargo de la orquesta a los acordes de Yo soy aquel precedió a la entrada del ídolo, siempre con su eterna y agradecida sonrisa en la cara. Vestido de riguroso negro, su andar decidido hizo que todo el público se levantase de sus asientos y le dedicase la primera de las muchas ovaciones que habrían de sucederse a lo largo de la noche.

raphael en el teatro real

El tema Ahora iniciaba su larga y rutilante lista de canciones, que han cantado y disfrutado varias generaciones. Acto seguido, Enamorado de la vida sonaba como una declaración de principios y un canto a la vitalidad que el personaje destila en cada movimiento y cada verso que sale de sus labios. Con Provocación empezó a asomar ese Raphael que está por encima del bien y del mal, mientras el respetable se apuntaba a cantar con él el estribillo. La situación quedaba que ni pintada para uno de los primeros puntos álgidos de la velada: Mi gran noche. A eso se le llama empezar un concierto como un tiro al corazón de un público entregado.

Raphael empezó la canción Se me va definiéndola como “una de las mejores de su historia” y la definición hizo justicia a la calidad del tema y de la interpretación, amén del acompañamiento sinfónico de arreglos excelentes. Precisamente con Despertar al amor Raphael se mezcló para cantar con los músicos, como si quisiera disfrutar y compartir el esfuerzo de los excelentes instrumentistas que han insuflado vida a estos temas de siempre. Como Digan lo que digan, que nos devolvía la imagen de aquel joven cantante de los 60, que ya tan carismático se mostraba en sus inicios.

Raphael hizo un alto para agradecer al público su asistencia y también, en un gesto de elegancia, celebrar el cincuenta cumpleaños de sus acompañantes, la Orquesta Sinfónica de RTVE. Tras esta primera parada, vuelta otro éxito poético y emocionante: Yo sigo siendo aquel. A estas alturas, la chaqueta había volado deshecho el nudo de la corbata. Era el momento de sentarse en un extremo del escenario y entonar otra maravillosa canción del Raphael de siempre: Te estoy queriendo tanto. El amor siempre presente en el repertorio del de Linares, se revela en cada una de las canción es de forma distinta, contando una historia diferente, vibrando en una lírica singular, como sucedió en el siguiente tramo de canciones: Y fuimos dos, No puedo arrancarte de mí -interpretada sentado en una butaca en mitad del escenario- y la dramática Si pero no, con la que el cantante llegó a emocionarse hasta la lágrima.

RAPHAEL EN EL TEATRO REAL

Aquí se produjo un cambio de formato, en el que Raphael dialogó primero a solas con el piano, con Por una tontería y la autobiográfica Volveré a nacer, y después con la guitarra, reviviendo la extraordinaria Gracias a la vida de Violeta Parra, y Sombras, otra de las canciones que acompaña al cantante desde los 60.

Regresó la orquesta a sus atriles y se inició el segundo tercio del concierto con Un día más, canción de artista viajero, Que tal te va sin mí, tema de reencuentros románticos y frases atinadas, y otra maravilla de los 60: Estuve enamorado. Aires de guateque se adueñaron del escenario con otras dos piezas de aquel Raphael de sus primeras películas: Cuando tú no estás y Desde aquel día. De vuelta al presente, otra canción de ruptura y emoción desbordada, Detenedla ya, conduce a un carrusel de romanticismo con la placidez romántica de exquisita dulzura de Si no estuvieras tú, la extrema pasión en la despedida en Amor mío, el juguetón Maravilloso corazón, con el que todos los asistentes se levantaron y cantaron. Después llegó otra celebrada pieza, Tema de amor, que se alternó con la operística Payaso. Otro tema legendario, el tango Nostalgias, fue interpretado vigorosamente a piano y voz, mientras que otro guiño a Latinoamérica con Cuando llora mi guitarra, ejecutada naturalmente con el solo acompañamiento de las seis cuerdas.

Se inició entonces el tramo final con las canciones más conocidas y celebradas de un Raphael exultante, que puede con todo lo que le echen, incluido un repertorio de treinta y seis canciones nada menos. Las últimas: En carne viva, la siempre animada y celebrada Escándalo, en la que el mismo cantante tomó la batuta para dirigir la orquesta.

Después, con la muy apasionada Ámame, llegó el primer amago de adiós. Pero aún no estaba todo dicho; todavía faltaba ese juego musical de desplante, autoafirmación y emoción sincera que es Que sabe nadie, la reflexiva Frente al espejo y la traca final con la legendaria Como yo te amo que prácticamente puso patas arriba el Teatro Real.
Fue una noche única, irrepetible, mágica, con un Raphael sinfónico, épico, inmenso, lleno de luz, muy grande. Un Raphael eterno.

 


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